“No sabés si pasaron unos segundos o media hora. Se te debilitan las piernas. Ella te extiende los brazos y quedás entregado. Es tu mamá. Eso es amor en estado puro. Vivís pura y exclusivamente amor”. Mario Bravo se sintió así cuando, a los 38 años, abrazó por primera vez a Sara. Ella, cuya identidad se mantiene en reserva, había quedado embarazada y había dado a luz en la cárcel de Villa Urquiza, donde estuvo secuestrada entre 1975 y 1976. La joven había llegado a escuchar sólo el llanto del bebé antes de que se lo arrebataran y entregaran a una familia en Santa Fe. El año pasado, Mario se convirtió en el último nieto recuperado por Abuelas de Plaza de Mayo, el número 119 y el quinto cuya madre está viva. Durante los últimos días, él conoció Tucumán. Con los ojos húmedos y la piel de gallina, relató a LA GACETA su historia y cómo quiere “contagiar” con su experiencia a otros jóvenes que dudan de su identidad.
“Te tuve aquí”
Recorrieron juntos los lugares donde ella estuvo detenida y también, los sitios donde él debería haber pasado su infancia. “Hablamos sobre cuál era la historia que yo sabía por mis padres de crianza. Fuimos hasta Villa Urquiza. Fue fuerte. Me dijo ‘aquí es donde naciste, no en otro lado. Te tuve aquí adentro’”, detalló Mario conmovido. Reveló que siempre había tenido dudas, pero que no pudo hablar de esto con sus padres adoptivos. Él se crió como hijo único de un matrimonio de campo, en Villa Las Rosas. Desde chico, admitió, se fue dando cuenta de que no pertenecía al lugar en el que estaba, por detalles que van desde la edad avanzada de sus padres de crianza hasta los gustos diferentes que tenían. “Siempre cuento una anécdota: yo para ellos era extremadamente inteligente. Mis padres eran trabajadores, hacían todo por mí y me daban amor. Eran inteligentes para el trabajo, no para el colegio. Comencé a llevarme materias a propósito, porque tenía que ser como ellos. Las diferencias como estas son cabos muy chiquititos que vas atando”, ejemplificó.
Recién cuando fue a la universidad pudo acceder a más información, que le permitió relacionar su fecha de nacimiento con la Dictadura. Remarca que por eso es fundamental la difusión de esa época cruenta de la historia del país. “Yo se la cuento a mis hijos (tiene tres). A los chicos hay que decirles la verdad, lo que pasó, sin connotaciones políticas. En Tucumán pasaron aberraciones y tienen que saberlo”, pidió con énfasis.
Mario consignó que dio “el paso” en 2014. “Mi mamá de crianza estaba viva y por eso lo hice en secreto. No quería que en sus últimos años sintiera que su hijo no era su hijo. Inicié las charlas con la filial de Abuelas en Rosario. En julio de 2015 mi madre falleció y días después me llamaron para que me hiciera el análisis para el Banco Nacional de Datos Genéticos. Era lo que yo buscaba, dejar mi muestra. Necesitaba hacerlo para saber”, rememoró.
Sara, en paralelo, desde Tucumán, había iniciado su búsqueda. “En noviembre me citaron y ahí me di cuenta de que algo pasaba”, recordó con una sonrisa. En esa reunión supo que su mamá estaba con vida y pudieron hablar por teléfono. “Ella lloraba. Me dijo que lo único que había escuchado de mi fue mi llantito. Traté de calmarla. Su mayor incógnita era cómo era. Yo no entendía demasiado entonces. Ahora sí. Ella le pedía a Dios que me pareciera ella, por mi origen, porque me tuvo adentro del penal producto de todas las aberraciones que sufrió”, lamentó. Su voz se quebró por un instante. Afirmó que esperaba encontrar a una tía o una abuela, pero que la vida lo sorprendió con un “milagro”. Y lo sigue sorprendiendo: “recuperás tu identidad, comenzás a vivir quien sos y a ocupar tus lugares”. Celebró que ahora tiene una familia numerosa y que vive con emoción cada etapa de la construcción de los vínculos que le habían robado.
El “click”
Mario afirmó que sentir el amor por su mamá le generó un “click”. “No puedo ser egoísta con lo que sentí. Tengo el compromiso de trabajar para que otros lo sientan, se contagien, y formen parte de los que trabajan para que esto pase. Quiero que se escuche el mensaje, que los que tienen dudas pierdan el miedo. Todo el proceso se hace con reserva y respeto. No importa si hay una persona o 10.000 leyendo. Nunca sabés donde está el diamante. Al que lea esto quizás se le prenda una luz o cuente una verdad”, se esperanzó. Por estos días Mario da charlas en escuelas e instituciones con este objetivo.
En la oficina Tucumán de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad hay una treintena de casos sobre posibles niños apropiados en investigación. Para efectuar denuncias se puede concurrir allí, al Pasaje 2 de Abril 337, piso 6°. Si alguien tiene dudas sobre su identidad, en tanto, puede llamar en Tucumán a Alejandra García Aráoz, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (0381- 4308068) o a Natalia Ariñez, de Hijos (0381-156351836).